Como no quiero que nadie me  mire mal en la escalera y piense que no estoy a la moda ya he puesto en  marcha los mecanismos necesarios para privatizar mi familia. Me  privatizó yo, para dar ejemplo, privatizo a la señora, al niño y al  perro, que no tengo. Que no quede nada por privatizar, que hay que estar  a la moda; al último grito conservador. Ironías aparte la caja de  Pándora de las privatizaciones la abrió Rajoy la pasada  semana en Santander. Pero pocos se enteraron porque lo dijo con la boca  pequeña y en el marco de un congreso de la empresa familiar, que es lo  contrario a la privatización, porque son negocios que se trasmiten de  padres a hijos, a nietos... Y no era una cuestión sin importancia,  porque forma parte del cuerpo ideológico que la derecha ha querido  ocultar en los últimos meses. Pero el domingo Rajoy visitó las páginas  de El País e interpretó el mismo himno privatizador que en Santander. Aclaremos que las privatizaciones de Rajoy no son las de Aznar.  Al ex presidente le llovían las ofertas. Cada vez que privatizó un  banco, una eléctrica, una empresa de telefonía, miles de millones de  euros atesorados por generaciones y generaciones de españoles iban a  parar a manos de amigos del alma y compañeros de pupitre. Pero ahora el  festín es mucho más magro. Hemos pasado del caviar y el Moët&Chandon  a la morcilla de Villarcayo y al vino del Priorato. Rajoy cree que  privatizando los restos: trenes, aeropuertos, puertos..., y añadiendo en  el lote los pilares del Estado del bienestar: sanidad, educación o  dependencia, el país sale de la crisis. El país no creo, pero algunos  aprovechados seguro que sí. Pese a todo las privatizaciones gozan de  buena imagen. Pero es engañoso. Ocurre  los mismo con el despido de  funcionarios, que todo el mundo ve bien hasta que se concreta y en lugar  de mandar al paro al antipático señor de la ventanilla, quien que se  queda sin empleo es el maestro de nuestros hijos, el policía del barrio o  el médico que operó de cataratas a la abuela. El PP de Cantabria ha  cogido el tren de las privatizaciones en marcha y quiere que todas las  empresas públicas dejen de serlo. Poco importa que la mayoría fueran  creadas por ellos cuando gobernaban. Sospecho, no obstante, que ese afán  liberalizador surgido tardíamente tenga mucho que ver con la cercanía  de las elecciones. Si ganaran, que no parece, les apuesto lo que quieran  a que no habrá privatización alguna. Los últimos en subirse al carro  privatizador son, al parecer, los empresarios, según puede leerse hoy en  un periódico local, aunque no parece que todo lo que cuenta sea cierto.  En la profesión periodística había un dicho hace años: “Mientes más que  la Gaceta”, en referencia a la Gaceta del Norte, periódico que se editaba en el País Vasco con fama de poco respetuoso con la verdad. Algo que parece habérsele pegado a El Diario Montañés,  quizás porque ya no es medio vasco, sino vasco entero. A lo que iba.  Dicen los empresarios que privatizar Mare, Cantur, Pctcan o El Soplao  -que ya lo está en su gestión- sería un medida positiva. Cuando me  presenten a quienes están dispuestos a comprar esas empresas, pero sin  subvención, que me lo cuenten. (5 de noviembre de 2010. Publicado en Aqui Diario Cantabria)
