Dice Esperanza Aguirre que no se acuerda de haber discutido con Aurora Díaz, esposa del presidente de Cantabria. La presidenta de Madrid añade a la ofensa hecha a toda Cantabria, en la persona de su presidente, con el insulto a su esposa, dando a entender que miente. Si no conociéramos a la ‘lideresa’, que la conocemos de sobra, lo primero que nos preguntaríamos es por qué tardó 24 horas en desmentir unos incidentes que han estado en las páginas iniciales de los medios digitales, en la apertura de boletines de radio e informativos de televisión y en las primeras de la prensa escrita. Unos hechos tan notables merecen un desmentido de inmediato. Deduzco, por tanto, que la conversación fue como narró el presidente Revilla tras ser informado por su esposa de lo sucedido. Pero es que hay más razones de convicción para dar por buena la versión cántabra frente a la de la presidenta madrileña. Que Aguirre defendiera a los alborotadores tiene su razón de ser. Habían sido las juventudes del PP, Nuevas Generaciones, las que por medio de internet convocaban a la protesta contra Zapatero. Que la presidenta de Madrid, líder del sector ultra del partido conservador, avale a los cachorros del PP, cuyas aportaciones al debate suelen estar siempre más cerca del gamberrismo que del discurso político, entra dentro de la lógica de las cosas. Por tanto, miente Aguirre cuando dice que no recuerda incidente alguno. Si pasó lo que pasó. Aguirre se metió en una conversación privada y salió trasquilada. Enarbolar la bandera de la libertad de expresión para defender a individuos vociferantes que adornan con gestos obscenos sus peticiones de dimisión de Zapateros, mientras se interpreta el himno nacional o se rinde homenaje a los militares fallecidos en acto de servicio, es una clara muestra de como entiende la convivencia la dirigente del PP. Pero vayamos al fondo del asunto. Aunque algunos medios de comunicación hayan dado a entender que la protesta de una minoría de asistentes al desfile es el resultado del grandísimo malestar y de la desafección general del país con respecto al presidente del Gobierno, pitos los ha habido desde la primera legislatura. En 2004, con Zapatero recién nombrado presidente del Gobierno, se le pitó por retirar la tropas de Irak, en 2005 por el diálogo con ETA, en 2006 por el matrimonio homosexual, en el 2007 porque ETA rompía la tregua, en el 2008 porque había ganado de nuevo las elecciones, en el 2009 por la ley del aborto, en el 2010 ... Siempre ha habido gente que se creía con razones para pitar al presidente y pedir su dimisión. Si tal actitud tuviera sólo la calle como escenario me apuntaría a las palabras de Aguirre en defensa de la libertad de expresión. Hasta quienes se comportan como energúmenos tienen derecho a gritar. Otra cosa es cuando la dimisión se pide en el Parlamento. Porque para echar a un presidente están las elecciones y la moción de censura, pero no la algarada. (14 de octubre de 2010. Publicado en Aqui Diario Cantabria)
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