Son muchas las versiones sobre el origen de la fiesta de
La Perola de Vargas, que se celebra
desde hace casi dos siglos, según cuentan los más ancianos del pueblo.
Parece ser que, por aquellos tiempos, en los pueblos de los alrededores
se había declarado una epidemia de peste que estaba ocasionando
numerosas muertes entre sus habitantes.
Contando estas malas noticias llegó a
Vargas
un pobre al que el pueblo socorrió caritativamente, dándola comida y
alojamiento. Este pobre resultó ser San Sebastián quien, agradecido al
pueblo por las atenciones recibidas, evitó que la peste llegara a
Vargas.
El pueblo, a su vez, quedó también muy agradecido a San Sebastián y en
su honor se acordó celebrar una fiesta en la que se daría de comer a
todos los pobres que se acercasen al pueblo.
Desde entonces, cada año,
el día de San Sebastián,
después de la misa mayor y, en el portal de la iglesia, los pobres eran
obsequiados con abundante comida. Todos los vecinos del pueblos
llevaban sus cocidos y todos ellos se juntaban en una gran olla o
perola, de donde procede el nombre de la fiesta. En cada casa se
preparaba la mejor "perola" para ofrecérsela a los pobres al día
siguiente. La comida tenía lugar a la sombra de los árboles que se
encuentran delante de la iglesia parroquial y por la tarde, tras el rezo
del rosario, el sacerdote repartía limosnas entre los necesitados.
La fiesta tuvo gran renombre y algunos vecinos recuerdan con orgullo cierta ocasión en que
" La Perola" contó con la presencia del Gobernador Civil de Santander.
Pero la fiesta comenzaba, en realidad, el día anterior. Los vecinos se reunían en concejo, al que debían acudir todos.
Según
cuenta la tradición se convocaba "a son de campana tañida" y tenía
lugar en el pórtico de la iglesia o a la sombra de los árboles
centenarios del pueblo. En este concejo, que aún se sigue celebrando, se
estudiaban los problemas que tenía el pueblo: el aprovechamiento de los
pastos comunales mediante subasta; el derecho a la recogida de las
bellotas; la corta de hierba en el "Prau del Toro". Además, se elegía al
campanero y se informaba sobre el estado de las cuentas. Cuando
terminaba el concejo, se repartían entre los asistentes una ración de
pan acompañada de vino. Algunos vecinos recuerdan que después de la
guerra, racionado el pan, lo que se repartía era borona.
Con el
paso del tiempo estas dos costumbres han cambiado mucho. La fiesta de
los pobres se fue perdiendo con la llegada de tiempos mejores.
Cada
año eran menos los "pobres de pedir" -como entonces se les llamaba- que
llegaban hasta aquí para recibir su plato de cocido. Para evitar que la
fiesta se perdiera, durante algún tiempo, la Junta Vecinal pagaba un
autobús a los ancianos recogidos en los Asilos de Santander y
Torrelavega para que vinieran a la fiesta. Pero también esto se acabó
cuando las religiosas encargadas de los ancianos se negaron a asistir
porque, en ocasiones anteriores, el vino había corrido abundantemente y
no había sentado nada bien a los ancianos.
Durante algún tiempo,
la fiesta se perdió. Pero hace unos años la Junta Vecinal, con la ayuda
de los jóvenes, decidió recuperar la tradición.
Desde entonces el
cocido se reparte entre todos los que aquí llegan. En la actualidad el
cocido lo prepara un restaurante de la zona y se reparte en el interior
del pabellón polideportivo, con sus correspondientes mesas, sillas y
menaje.
En el colegio de Vargas se celebra esta fiesta de forma
especial, la víspera, dado que la Junta Vecinal invita a los alumnos a
un bocadillo y refresco.
El 12 de mayo de 2004, el Gobierno de Cantabria concedió a la Perola la declaración de
Fiesta de Interés Turístico.
Saludos Ñeros