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martes, 31 de diciembre de 2013

EL CRISTIANISMO NO HA PODIDO CON NOCHEVIEJA

Representación del dios Jano
Que el año acabase en diciembre (mes décimo) no es de ahora y tiene su explicación. La necesidad humana de tener un calendario se generó sobre todo con las sociedades agrícolas y la necesidad de éstas de hacer las tareas del campo acordes con las condiciones climatológicas.

Contar los días todos sabemos hacerlo (al menos en zonas no polares), contar los meses lunares (de luna a luna) puede ser fácil (si te lo explican y las nubes no te impiden ver la luna), pero contar la duración exacta del año solar no ha sido siempre una tarea al alcance de todos, por lo que difícilmente se hace con perfección (aún hoy en día necesitamos un año bisiesto cada cuatro).

Algun@ se habrá preguntado eso de diciembre "mes décimo" ¡¡Pero si son doce!! Según la tradición, el calendario romano fue creado durante el reinado de Rómulo, fundador de Roma. Comprendía diez meses lunares, de marzo a diciembre (Martius en honor a Marte, Aprilis en honor a Venus, Apru en Etrusco y praos en cántabru, Mayus, mayu en cántabru, consagrado la diosa Maya encargada de la fertilidad agrícola, Iunius en honor a Juno, Quintilis, mes quinto y que pasó a llamarse Iulius en honor a Julio Cesar por ser el mes de su nacimiento, Sextilis, mes sexto que pasó a llamarse Augustus en honor al emperador Octavio Augusto, Septembris, mes septimo, Octubris, Otubri en cántabru, mes octavo, Novembris, mes noveno, Decembris, mes décimo). Entre diciembre y el comienzo del año siguiente había un período que no correspondía a ningún mes, dado que era el periodo en que no había labores agrícolas. El año por tanto duraba alrededor de 304 días o bien 10 meses lunares. El año acababa en diciembre (como ahora) y tenían que pasar 61 o 62 días para que volviese a empezar el primer mes. Posteriormente ese periodo se dividió en dos y se añadieron los meses de Enero (Ianuarius o jeneru en cántabru: en honor al dios Jano, el dios de las puertas, porque este mes pasó a ser el que abría el año) y febrero (dedicado a Februus, más conocido como Plutón, dios de las ceremonias de purificación que se llevaban a cabo en este mes para expiar las culpas y faltas cometidas a lo largo del año que había acabado, y para comenzar el nuevo con buenos augurios).

Lo normal en todas las culturas era celebrar una fiesta una vez acabadas las tareas principales (arado, siembra, cosecha, poda, primer vino, etc) y el haber acabado las tareas del año marcaba la fiesta profana de final de año y de las Calendas de Jano (Enero/Jeneru). La llegada del cristianismo y su pasión por convertir las fiestas preexistentes (paganas/profanas) en fiestas cristianas fue imponiéndose poco a poco, pero con la fiesta de fin de año no ha podido. Y no es que para el cristianismo esta fiesta haya pasado desapercibida, sino que como hizo en otras muchas ocasiones trató de eliminarla, cambiarla o disfrazarla repetidamente del acervo estacional de Occidente. En un principio optó por la censura, prohibiendo la celebración a Jano en las Kalendas de Enero y buscando modificar el hito, trasponiéndolo a una fecha acorde al  culto cristiano (circuncisión de Jesús). Esto último se demuestra en el explícito decimoséptimo canon del Concilio de Tours del año 567:

"Siendo todos los días entre la Navidad y la Epifanía días de fiesta, se podrá comer normalmente, [pero] a fin de combatir la costumbre, nuestros padres han decidido que el día de las calendas de enero se canten letanías en casa y salmos en la iglesia, y que a la octava hora de ese día se celebre la misa de la Circuncisión”

Varias son las costumbres comunes a esta fiesta. Felicitar el año, por ejemplo, es una costumbre que viene de antiguo y de la seria costumbre romana de que el primer nombre que se pronunciase en las ocasiones solemnes, o el nombre de la persona que actuaba en primer lugar, fuesen de buen agüero. Así, cuando un cónsul hacia un reclutamiento, el primer soldado debía de ser Felix (feliz); los que conducían las víctimas al altar igualmente debían tener nombres afortunados, etc.

Otra costumbre profana de finales de año como las cestas de navidad, la paga extra (con esta acaba la crisis y no el cristianismo) o el aguinaldo viene de la costumbre (denunciada por los clérigos de la Edad Media) de "las estrenas o estrenae" en las que los patronos distribuían a final de año sus beneficios para asegurarse a cambio la fidelidad de sus clientes (que copien los bancos y las eléctricas) durante todo el año siguiente y que según el cristianismo de la Edad Media era contrario al ideal cristiano de la caridad.

La costumbre de comer dulces en estas fechas viene del augurio del dios Jano a que "semejante sabor persevere en las cosas y que el dulce año termine su camino emprendido" (Ovidio, Fastos I 185 ss., trad. Bartolomé Segura Ramos, Gredos, Madrid, 1988).

Podemos añadir también a estas costumbres profanas, "Las Mascaradas de Invierno", imitando la doble cara del dios Jano, donde ciertas personas de un lugar se vestían con pieles y cabezas de diferentes bestias y recorrían o bailaban por las calles de nuestros pueblos. Algunas han sobrevivido como La Vijanera en Silió (Molledo, Cantabria), el carnaval de Piasca (Cabezón de Liébana, Cantabria), los Zamarrones de Polaciones (Polaciones, Cantabria), los guirrios y Antruejos leoneses, las carantoñas extremeñas o la costumbre de disfrazarse en Nochevieja.

Con todo esto dicho podemos asegurar que el año comienza con una fiesta profana occidental que ha sobrevivido al paso de los años y del cristianismo, y no podemos desear más que:

¡¡Felicis Fiestas y Güen Intruitu d`Añu!!
¡¡Felices fiestas y prospero año!!
annum nouom faustum felicem” (-te deseo- felíz y próspero año nuevo)

Saludos Ñeros


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