Los romanos el 23 de febrero celebraban una fiesta en honor de Términus, dios de los límites de los campos, en la que, tras adornar con guirnaldas los mojones que marcaban las distintas propiedades, se les hacían ofrendas y se les rociaba con la sangre de un cordero o un cochinillo, previamente sacrificado, en medio de súplicas al dios para que los límites se mantuvieran inalterables.
Saludos ñeros.