Con mis hijas en la piscina o en el parque he oído en varias ocasiones esas inocentes conversaciones entre niños:
- ¿De donde eres?- pregunta el niño veraneante.
- Yo soy de aquí .-responde el niño autóctono.
- ¡Que guay, estás de vacaciones todo el año! - afirma el niño veraneante.
- No, en septiembre tengo cole.
Y es que vivir en un lugar donde mucha gente acude para disfrutar de vacaciones desvirtualiza tu propio tiempo libre. Llevas todo el año siendo atendido el primero en tiendas, comercios y bares y ahora tienes que esperar. Aparcabas en frente de tu casa y ahora no hay sitio cerca. Paseabas solitario y tranquilo por la playa o los praos y ahora está petado. Había columpios de sobra para tus hijos y ahora esperan cola. Se ve gente sí, en invierno igual ves al zorro pasear. Lo cierto es que, sin dejar de reconocer que del turismo muchas personas del entorno viven y para nada estoy en contra de ello, el turismo incomoda en muchos aspectos cotidianos a las personas del lugar, vamos, que más que disfrutar estamos deseando que se acabe el tiempo compartido en tan pequeño espacio. Es como tener invitados, los tienes muy a gusto, es más, los has invitado tu mismo, pero cuando se van, que alivio, pero vuelves a invitarlos el año que viene.
Felices y ñeras vacaciones.