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domingo, 29 de agosto de 2010

La invasión de los vascos, según Ignacio Diego

Escrito por Victor Gijón.
A punto de iniciar unas cortas vacaciones no tenía el cuerpo para detenerme en las patochadas de un político de segunda división. Pero hay días que, como decía aquel, es que las ponen como a Felipe II. Probablemente impelido por la necesidad de salir todos los días en los medios de comunicación, aunque sea haciendo el ridículo, el presidente del PP se caló ayer la boina cazurra, que no chapela, para denunciar la última hazaña del malvado ZP: Va a entregar el Valle de Villaverde a los vascos a cambio de un plato de lentejas presupuestarias. Cree el ladrón que todos son de su condición. El PP si que sabe mucho de entregar lo que fuera con tal de tener un voto más que el PSOE en el Congreso de los Diputados. Dirán que es regodearse en las tonterías ajenas, pero ante los dislates de Diego no hay más remedio que recordar que todavía ocupaban la calle las juventudes del PP gritando “Pujol enano habla castellano”, cuando Aznar sorprendió a propios y extraños declarando que él hablaba catalán en la intimidad. No dijo el lugar donde ejercía vicio tan infame -al menos esa era la opinión del PP sobre el catalán hasta que necesitó el voto nacionalista- ni en que ‘madraza’ aprendió la lengua de Ramón Llull y Salvador Espriu. Pero, conscientes de que la España plural existía, algo que la derecha sólo acepta por oportunismo y en razón de necesidades perentorias, pero que rechaza en cuando se siente respaldado por mayorías absolutas, el PP también se trajino al PNV. Y no a cualquiera, sino a Xabier Arzallus. No eran los nacionalistas vascos, cuando su votos jugaban fuerte para mayorías no alcanzadas en las urnas, peligrosos amigos de terroristas, como han venido siendo tratados por los populares desde que no los necesitan. Y se hicieron pactos con ellos, unos públicos y las más de las veces secretos. El pacto, por ejemplo, de las kokotxas, suscrito entre Álvarez Cascos y Arzallus nos dejó sin autovía Dos Mares, porque el interés vasco primó sobre el de Cantabria. No recuerdo a Diego, ni a ningún militante del PP, que se alzase en armas, metafóricamente hablando, contra una decisión que objetivamente perjudicaba a Cantabria. Callaron, como bueyes sumisos, no fuera a ser que el general secretario o Dios mismo (es decir Aznar) descargara sobre ellos la espalda jupeterina de su desprecio y se quedaran fuera de las listas electorales. Pues bien, estos mismos señoritos, silentes cuando los suyos hacían de las suyas, se atreven a dar por sentado que el Gobierno socialista pacta por un puñado de votos la integridad territorial de Cantabria. El Valle de Villaverde le defiende nuestro Estatuto, el Gobierno de Cantabria, los socialistas y regionalistas que le integran , y lo defiende la lógica y el sentido común. Diego se inventa enemigos, molinos a los que lancear para darse importancia, pero sigue siendo más Sancho Panza que Quijote. Diego exige que se salga en defensa de lo que no está amenazado. Ayer el AVE, hoy el Valle de Villaverde. Pero, ¿para cuándo una disculpa por comerse las cocochas y dejarnos sin Autovía? O, ¿se arrepentirán alguna vez públicamente de haber permitido que Zaplana y Camps se llevaran el dinero de la UE que nos pertenecía? (28 de agosto de 2010. Publicado en Aqui Diario Cantabria)