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domingo, 26 de septiembre de 2010

HISTORIAS QUE SE REPITEN ( MARBELLA - BAREYO)


Dicen que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.
No parece que en este caso el pueblo sea el mismo pero la historia puede ser la misma con solo cambiar el nombre de los protagonistas.
Miren ustedes, la primera gran decisión de Jesús Gil como alcalde de Marbella traza una valiosa metáfora sobre su paso por el poder: en la madrugada del 26 de junio de 1991, las excavadoras municipales derribaron la casa de su antecesor, el socialista Francisco Parra, porque le estorbaba para una reordenación vial. La esposa del ex alcalde socialista Parra, literalmente en la calle con lo puesto, preguntó: "¿Y ahora qué hacemos?". Ante el gentío que se arremolinaba atraído por el jaleo, Gil tuvo uno de sus arranques de populismo exacerbado: "¡Que lleven a esta mujer al mejor hotel de Marbella!". La ovación fue cerrada.
Parra llevó a Gil a los tribunales. Pero Gil se libró de todo pactando un precio de expropiación con un ex alcalde que no quería más lios. "Lo teníamos. Hubiera supuesto una condena de inhabilitación clarísima por prevaricación y derribo ilegal. Y no hubiera existido el Gil alcalde", señala actualmente. La historia habría sido otra, seguramente. Pero fue la que fue. Gil recibió una lección: el pueblo aplaudía sus arbitrariedades; la Justicia no alcanzaba a echarle el guante.
Gil, con un partido a su imagen y semejanza, el GIL, y una oferta electoral muy sencilla. "Me presento para vender más pisos", que decía en la campaña de 1991, explotó su populismo lo máximo que pudo, pero fue inhabilitado por prevaricación en el 2002 y sólo el cisma que provocó la moción de censura que desalojó al sucesor Muñoz y llevó al poder a Marisol Yagüe en 2003 y la investigación que al fin un juez, Miguel Ángel Torres, decidiera abrir acabaron con el GIL. Fue, más que todo, su propia voracidad, y no el Estado, lo que terminó con el gilismo, borrándolo del mapa en Marbella y desencadenando en el resto de municipios una fuga de ediles de la que se benefició sobre todo el PP. Antes la gente decía: "Roba, pero hace. Por lo menos hace". Ahora nadie confiesa que lo votaba.
Aquí, en el municipio de Bareyo, y ahora, en estos tiempos actuales la história podría ser la misma con solo cambiar algunos nombres y pisos por ladrillos. ¿La suerte? Que el populismo es efímero, aunque si no se tiene cuidado se repite en el tiempo.
Saludos Ñeros.