Por Víctor GIJÓN
Vaya por delante que mi formación económica es de carácter más bien básico. Confieso que entendía mejor a Marta Harnecker que a Marx y Engels y que prefiero leer a Joaquín Estefanía que a Milton Friedman. De Keynes me he enterado más escuchando a Revilla que leyendo sus libros. Menciono estas limitaciones para que nadie me eche los perros por lo que a renglón seguido escribo. Son, entiéndanme, reflexiones de alguien que todavía gusta de escuchar conversaciones de barra de bar y menos cada día que pasa de escuchar o ver tertulias encendidas y/o incendiarias. Muchos españoles, entre los que me cuento, no entendimos porque en un momento determinado el Gobierno cambia la lucha contra el paro por la lucha contra el déficit público. Lo de que no lo entendimos es una forma de hablar. Entendido y bien entendido estaba. Era eso o nuestros amigos europeos, liderados por Alemania, nos dejaban tirados a los pies de los mercados, que es la manera elegante con que ahora se define a los bucaneros, chorizos planetarios, especuladores y demás escoria que se hizo rica en la era de la desregulación ultraliberal y que siguen haciéndose más ricos mientras millones de personas se quedan en paro. No entendimos, no entendí, que un Gobierno socialista se plegase sin presentar batalla al ataque de los miltonianos, sin ni siquiera disparar dos o tres obuses fabricados por Keynes. Una entrevista al premio Nobel de Economía de 2007, Eric Maskin, publicada el domingo en el diario El País, titulaba con contundencia: “Al recortar gastos, España hace justo lo contrario de lo debido”. El profesor de la Universidad de Princenton explicaba que “España ha aprobado drásticos recortes que tendrán un profundo efecto en el empleo público. Y esto derivará en un crecimiento menor, con un importante efecto en los ciudadanos”. Y junto a la parte técnica la nota humana: “Me apena [la postura de España], la teoría económica nos da la vía para minimizar el sufrimiento de las personas en momentos de crisis y España hace exactamente lo contrario”. Obviamente el entrevistador, que sabe por qué España ha hecho lo que ha hecho, repregunta sobre razones políticas, la presión de los mercados y la actitud de Alemania. El Nobel acepta que ese es un terreno vedado, que son razones políticas y que el enseña sólo teoría económica. ¿Y qué dice la teoría económica? Pues que en tiempos de alto desempleo y bajo crecimiento “no es buena idea recortar gastos. Hay que hacer lo contrario. A lo mejor no había otra salida política, pero ya no se trata de una elección económica”. Llegados a este punto no puedo por menos que expresar mi decepción ante un Gobierno que si bien no podía negarse a actuar como ha actuado ante el chantaje de los mercados, que además tenían al PP trabajando desde dentro para hundir a España, pensando que así hundirían a Zapatero, ni romper con la mayoría conservadora europea, encabezada por la canciller Merkel, si podía y debía habérselo explicado a los ciudadanos. “Miren ustedes hacemos esto porque nos obligan, pero no es nuestra política y en cuanto podamos la cambiamos”. Y lo recuerdo porque otra vez comienzan las presiones. Los tijeretazos con explicaciones son menos. (17 de noviembre de 2010. Publicado en Aqui Diario Cantabria)
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