Ya no albergo duda alguna de que Cantabria va de culo (con perdón). Tenemos la negra, sin ánimo de ofender. Una Administración que soporta una deuda que si creemos al decano de la prensa cántabra, aunque su capital sea vasco, crece de 1.000 en 1.000 cada día que pasa (afortunadamente es sólo en los titulares, pero asusta mucho); con un Gobierno esquilmador de prados y parcelas, que hace imposible que el alcalde amiguete pase lo rústico a urbanizable y la cuadra se convierta en chalé con piscina; con recaudadores con bolsas de plástico o gripe en epidemia... Y, para colmo, es más fácil que Cascos se arrepienta y pida perdón a la santa iglesia de Génova que el PP gane las elecciones en Cantabria por mayoría absoluta. Comprendo la depresión del personal, cuando ni siquiera nos queda el consuelo de ver ganar al Racing. Pero empezando por el final de los males que azotan a Cantabria no tengo más remedio que comunicarles que, si las encuestas están en lo cierto, quien nos iba a salvar de la crisis, atraer un sinnúmero de empresas y dar trabajo a todos los cántabros en paro, el non nato candidato a la presidencia regional por el PP, Ignacio Diego, ha acabado estancado. El líder popular chapotea en la charca de los 18 diputados, lejos de los 20 que le permitiría salvar a Cantabria de las hordas rojas. Porque la derecha de esta región, que no destaca por hilar fino, no hace distingos entre regionalistas y socialistas. Todos rojos, todos manirrotos y un serio peligro para Cantabria y España. Claro que hay peligros que vienen de lejanos tiempos, de cuando gobernaba el PP en Madrid y en Cantabria, y que ahora son denunciados y jaleados por los populares. A los opositores a la Ley cántabra de Montes, manejados por el PP, éste les oculta que lo que se está redactando es la norma que debe desarrollar la ley nacional, que no fue ideada por los malvados socialistas para expoliar a pobres campesinos. Corría el año 2003 y la ley Estatal la aprobó el Gobierno del PP que presidía Aznar. Hay articulistas de la derecha que se quejan de que la ley cántabra se pretenda aprobar cuando falta tan poco para convocarse las elecciones. Como si la cercanía de los comicios fuera justificante o excusa para paralizar la actividad legislativa. Estoy seguro de que si la decisión hubiera sido esperar, el análisis desde la misma atalaya ideológica sería también crítico, por oportunista. En el asunto de la ley de Montes es mas lo que se calla que lo que se dice. Todo lo contrario del amigo Cascos que habla por no callar. Por cierto que me cuentan que, al más puro estilo de los retocadores de fotos de Pravda, el periódico del PCUS en la época de Stalin, en la del paseo triunfal de los dirigentes del PP cántabro junto a Cascos por Santander comienzan a aparecer claros donde antes había figuras señeras de la derecha regional. No creo que sea porque Cascos mienta. Y es que siendo ministro de Fomento defendió el trazado mixto del TAV por Pajares con mercancías y pasajeros. Pero en su regreso a la política creyó que era más ‘vendible’ exigir un tren sólo para pasajeros y echó la culpa del mixto al PSOE nacional y asturiano. Pero que importa si Cascos miente si Cantabria va de mal en peor. Que los bancos nos presten al mismo precio que a Alemania debe ser malo muy malo. Y bueno muy bueno que el Ayuntamiento de Santander, del PP, financie su deuda a precio de caviar beluga. (12 de enero de 2010. Publicado en Aqui Diario Cantabria)
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