Para aquellos que nada saben sobre esa fiesta, la Asociación Cultural de Amigos de La Vijanera, responsable de su recuperación y organización, la define como un ritual ancestral cuyo elemento principal consiste en una mascarada, un rito estacional que se celebra cada primer domingo del año. Una comitiva de unas noventa personas que recorre las calles de Silió, al ritmo de los campanos de los zarramacos, principales protagonistas, representan a los guerreros del bien. El sonido de los campanos, además de llamar la atención a los visitantes, pretende también ahuyentar los malos espíritus.
Cada integrante de esa comitiva salta, corre y baila ataviado de forma muy distinta con unos trajes cargados de simbología. La gran mayoría de los participantes saldrá de las antiguas escuelas de Silió, donde la asociación organizadora tiene su sede. Otros parten de la carretera al barrio alto de Santa Marina, rodeando al oso, otro de los personajes principales de La Vijanera, la representación de los males que acechan al hombre.
Sobre las doce del mediodía comenzará la fiesta. El grupo que parte de las antiguas escuelas se dirigirá hacia la iglesia y de ahí al cruce con la carretera de Santa Marina, donde coincidirá con el grupo que baja del monte custodiando al oso, dándole caza. Todos juntos recorrerán caminos y camberas de Silió hacia La Raya, el límite con el resto del municipio, donde, como manda la tradición, se pedirá guerra o paz. Antiguamente las vijaneras coincidían en los límites de los pueblos. Terminaban a pedradas o bien avenidos. Una vez cumplido el ritual, la comitiva dará la vuelta y regresará al pueblo, atravesando la plaza de Santiago y llegando a la campa, junto a la iglesia de San Facundo y Primitivo.
En el escenario, los vijaneros cantarán las coplas, secreto sumarísimo que se desvelará el domingo, con comentarios sarcásticos sobre la actualidad internacional, nacional, regional y local.
Después, el Parto de la Preñá, el augurio del año que empieza. Si el parto es bueno y fructífero, así será el año. De lo contrario, a temblar. Y de ahí hasta la plaza de La Reguera, donde los zarramacos darán muerte al oso y pondrán fin al sufrimiento de los hombres, como mejor preludio del año.
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