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martes, 23 de junio de 2015

SAN JUAN Y LA OJÁNCANA O JUANCANA DE CASTILLO SIETE VILLAS


Contaronme que en Castillo Siete Villas los vecinos estaban ya muy hartos de tener que dejar carne, pan de mijo o de borona, cuencos de leche o sangre de animales para evitar que la Ojáncana cometiera sus continuas salidas de caza de niños y rebaños.

Por si no lo sabéis cuando un ojáncano está viejo, los demás lo matan, le abren el vientre para repartirse lo que lleve dentro y lo entierran bajo una cagiga o un teju. Transcurridos nueve meses afloran del cadáver unos enormes y viscosos gusanos de color amarillo que dicen que huelen a carne podrida y que durante tres años son amamantados por una ojáncana con la sangre que brota de sus grandes pechos, convirtiéndose posteriormente en ojáncanos y ojáncanas.

Pues resulta que en Castillo Siete Villas la Ojáncana del lugar, que criaba más de dos gusanos amarillos, no conforme con lo que las gentes del lugar le daban, secuestró a varios niños en su cueva para ir alimentandose de su sangre y poder así amamantar a sus crias.

Los vecinos hartos, conociendo las costumbres nocturnas de la Ojáncana, aprovecharon la noche más corta del año para avanzar con antorchas hacia la cueva de la Ojáncana. Ésta, deslumbrada por la luz hulló con sus crías a la profundidad de su cueva, momento que aprovecharon los "raposos" de Castillo Siete Villas para rescatar a sus hijos y tapar con tierra el fondo de la cueva. Desde aquél día se celebra el acontecimiento con la hoguera de San Juan en una ermita cercada a lugar.

Desde aquella noche se cree que cualquier día la Ojáncana volverá a salir con su crías ya mayores y un hambre atróz, pero de esto casi nadie se acuerda ya.

Saludos Raposos.