
En el año 1588 se entregó el convento a los Carmelitas Descalzos pero estos lo abandonaron el poco tiempo después, ya que su estilo de vida eremítico no cuadraba con la necesidad de evangelización que el fundador pesaba que tenían la gentes del lugar; en consecuencia el fundador les sustituyó por los Dominicos, Orden de los Predicadores creada por Santo Domingo de Guzman en Toulouse durante la cruzada albigense, que habitaron el convento hasta 1835. La presencia de los Dominicos y la fiesta que se realizaba en los primeros días de agosto a su fundado Santo Domingo de Guzmán es el origen de la actual fiesta de Santo Domingo todos los 4 de agosto.
En el transcurso de casi dos siglos y medio el convento adquirió numerosas propiedades y molinos, y en 1756 construyeron una hermosa hospedería para los peregrinos que allí acudían. El año 1820, durante el Trienio Liberal, el convento sufre una primera desamortización y los frailes fueron desalojados del mismo, pero en 1823 les restituyeron sus bienes. Sin embargo, en agosto de 1835, a consecuencia de la desamortización de Mendizábal la comunidad abandona definitivamente el convento. Quedaban a favor del Estado la propiedad de la hospedería y del edificio del convento, de planta sensiblemente rectangular, que mide 38 metros de frente y 27 de fondo; la iglesia equipada con un altar de piedra y cuatro de madera, dedicados a San Ildefonso, N.ª S.ª del Rosario, Santo Domingo, San Pío V, y San José y San Antonio. Además el Estado se incauta de 8 cuadros al óleo, 1.400 libros, el archivo que hoy se conserva en el Archivo Histórico Nacional, los ornamentos, vasos sagrados, alhajas, los muebles del refectorio y los útiles de cocina, los censos y rentas, así como las fincas a él pertenecientes. El edificio del convento, incluida la iglesia, fue subastado el 28 de febrero de 1849 y adquirido por Melchor Rábago, vecino de Santander, con idea de demolerle para aprovechar la piedra del mismo. Alarmados los vecinos de Siete Villas y alrededores con el destino que se iba a dar el edificio, se concertaron con Melchor Rábago en la compra del mismo por 15.500 reales. El último religioso que habitó el convento fue el Padre Apolinar, personaje que incorporó Don José María de Pereda a su novela “Sotileza”. Hoy se conserva en pie la iglesia, restaurada en 1971 con los dineros y esfuerzos de los vecinos del barrio de Camino, pero despojada de los retablos de madera y la sillería del coro, así como la vivienda del fundador; conserva toda la cantería y mampostería del edificio, el claustro y las zonas dedicadas al estudio y celdas, refectorio y cocinas, pero esto sin cubrir.
Saludos ñeros