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martes, 19 de octubre de 2010

Diego descubre sus cartas con el 'Gobierno en la sombra'


POR VICTOR GIJÓN

Un ‘gobierno en la sombra’ es, debe y puede ser, una declaración de principios ante la ciudadanía. Y es que su composición dice más sobre cuáles son las prioridades y objetivos del futuro Ejecutivo que cientos de páginas de un Programa Electoral. En el Reino Unido es tradición que el ‘gobierno en la sombra’ se convierta en el gobierno de facto tras ganar las elecciones. En España la proporción entre el gabinete preelectoral y el Gobierno formado tras ganar las elecciones oscila entre el 30% del PP, cuando José María Aznar ganó los comicios de 1996, y el casi 80% de José Luis Rodríguez Zapatero cuando el PSOE logró la victoria en las urnas en marzo de 2004. Si a Ignacio Diego le tocara en suerte gobernar Cantabria tras las elecciones de mayo de 2011, e hiciera consejeros al menos al 50% de los integrares de su ‘gobierno en al sombra’, no puedo por menos que exclamar que Dios nos coja confesados.

Desde hace semanas se venían filtrando los nombres de los ‘futuribles’, de los elegidos por Diego para formar parte de su ‘gobierno en la sombra’ y del otro, el definitivo, se añadía, en el caso de ganar las elecciones. La dirección actual del PP cántabro está convencida de que obtendrá la mayoría absoluta -el único obstáculo es Miguel Ángel Revilla, pero de ese asunto nos ocuparemos más adelante en este mismo artículo-, algo que históricamente se les ha negado en Cantabria, incluso con los mejores candidatos, que no es el caso, y en las mejores circunstancias, que tampoco se dan ahora por mucho que los populares crean que la crisis les llevará al triunfo electoral sin tener que poner nada de su parte.

Pero el convencimiento sobre el éxito electoral ha llevado al PP cántabro, y más en concreto a su líder y candidato oficioso a la presidencia de Cantabria, Ignacio Diego, a conformar un ‘gobierno en la sombra’, que es presentado en público, sólo a grupos selectos, como el futuro Gobierno de Cantabria. Y lo que era un plan para reforzar la imagen ganadora se ha convertido en un problema. Conozco a más de tres y más de cuatro empresarios que han tenido acceso a la lista y que, si se me permite la expresión juvenil, alucinan en colores. Se preguntan, y no sin razón, cuáles son las capacidades del alcalde de Arnuero, José Manuel Igual, abogado de profesión, para hacerse cargo de Industria y Turismo. Alucinan que Obras Públicas Vivienda y Ordenación del Territorio, es decir el control del urbanismo en Cantabria, le pueda ser confiado a Quico’ Rodríguez Argüeso, de larga y fructífera carrera política, pero que en su tarjeta de vida laboral, además de político, sólo figura el empleo de jefe de un sindicato agrario. Poner en manos de la licenciada en Derecho Isabel Urrutia de los Mozos el Medio Ambiente y de la también licenciada en Derecho, María José Saénz de Buruaga, la Sanidad, solo puede entenderse por lo mucho que han aprendido descalificando a los consejeros competentes en ambas áreas.

La falta de experiencia en la gestión pública de la mayor parte de los futuribles resulta apabullante. Aunque quienes la tienen trasmiten todavía peores vibraciones. Que el martillo de los sindicatos, Eduardo Van den Eynde, sea la apuesta de Diego para Trabajo y Servicios Sociales, da idea de cual es la política laboral que el PP cántabro piensa poner en marcha si gana las elecciones. Experiencia en asuntos económicos tiene Cristina Mazas que aparece en la lista como consejera de Economía y Hacienda. Fue directora general de Economía en el gabinete presido por José Joaquín Martínez Sieso, entre los años 2000 y 2003, con Juan José Fernández como consejero. Pero a Mazas se la incluye en el grupo por lo que sabe, pero no porque forme parte del núcleo de confianza de Diego. Sus compañeros y compañeros de escaño consideran que es demasiado blanda. El problema para Diego es que no tiene muchas alternativas. En el PP se recuerda como un error haber convertido al jefe de gabinete de Martínez Sieso, el citado Fernández, primero en consejero de Presidencia y luego titular de Economía y Hacienda. Cuando en el haber solo hay fidelidad, muchas veces no a la persona sino al empleo que ésta puede facilitar, el resultado final suele ser malo de solemnidad.

Pero más allá de los nombres, de la experiencia y procedencia, del hecho de que formen un reducidísimo grupo de fieles cuyo mayor mérito es haber seguido sin rechistar las consignas de dar leña al Gobierno PRC-PSOE en los términos más duros posibles y sin descanso, lo que se deduce del ‘gobierno en la sombra’ que ayer desvelaba este periódico (Aquí diario Cantabria), es que el PP no tiene mimbres para construir un buen cesto. Si el PP se viera impelido a gobernar Cantabria, porque así lo decidieran los ciudadanos, el grupito de ‘penenes’ reunido por Diego provocaría, ya lo está haciendo en quienes han tenido conocimiento de la lista, reacciones que oscilan entre la carcajada incrédula y el pánico más absoluto.

No es fácil pasar de la actitud caracterizada por la conocida frase de que se habla que me opongo a tener que tomar decisiones y llevarlas a efecto. Sobre todo si las decisiones a adoptar, por mucho que se empeñen en ocultarlo, o son muy parecidas a las que ahora critican o, en ciertos aspectos, son medidas de corte mucho más drástico. Aunque el PP procura mantener en secreto su programa B, el que aplicaría si ganase las elecciones, lo que hacen en las comunidades donde tienen el poder nos da bastantes pistas. En el terreno laboral, la política de acoso y derribo de los sindicatos pasaría por poner fin a la concertación social; en sanidad por privatizar el máximo posible de servicios; en Bienestar Social por congelar la Ley de Dependencia; en Ordenación del Territorio por devaluar las leyes de protección del territorio; en Medio Ambiente por olvidarse de la defensa ambiental cuando colisione con intereses económicos de empresas amigas y en Industria no darán marcha atrás al Plan Eólico, aunque si intentarán forzar que ciertos amigos, que no pasaron el corte de la adjudicación, entren por la puerta de atrás. Los impuestos se subirán, pero, por supuesto, en ningún caso con carácter progresivo sino lineal.

Puede que piensen que exagero, que el programa de mínimos planteado en el párrafo anterior es una caricatura. Miren a comunidades como Madrid o Valencia y luego juzguen. Si, además, añaden el perfil de algunos consejeros en la sombra, no creo que lleguen a una conclusión muy distinta de la referida en este artículo.

Diego, a diferencia de Mariano Rajoy, que ha decidido salir del foco informativo y esperar, fumándose un puro, que Zapatero caiga solo, necesita, o cree que necesita, estar todos los días delante de los medios de comunicación. Dice el refrán que el que mucho habla mucho yerra y en el caso del presidente del PP resulta más que evidente que es así. Gracias a las últimas cien comparecencias de Diego ante los medios de comunicación, para no remontarnos a años pasados, sabemos lo que de requetemal hace el actual Gobierno, cuando hace, porque la critica más frecuente es que no actúa. Lo que seguimos sin saber es lo que haría el PP si gobernase, más allá de la cuadratura imposible de recaudar menos y gastar más. Ni una sola medida concreta, ni un proyecto alternativo. “El Ejecutivo regionalista-socialista no hace nada y en lo poco que hace se equivoca”. Ahí comienza y termina el programa que el PP ofrece como alternativa. Eso e insinuaciones sobre corruptelas que nunca prueba y que cuando decide llevar a los juzgados terminan por volverse en su contra, como en el caso de Javier López Marcano y El Soplao.

En los últimos tiempos el PP ha dado alguna pistas, pocas, de como afrontar los problemas importantes. Pongamos el caso de la quiebra económica del Ayuntamiento de Santander. Ya saben que el consistorio que preside Iñigo de la Serna tiene una deuda de 132 millones de euros que le impide, por ejemplo, recurrir a más crédito. En los últimos tres años todas las obras que se han hecho en la ciudad han sido costeadas por el Gobierno central y el regional, salvo casos que se pueden contar con los dedos de una mano y sobran. El alcalde De la Serna no ha adoptado ni una sola medida para equilibrar las cuentas municipales, limitándose, de un lado, a presentar como acciones propias lo que pagan los otros y, del otro, a reclamar al Estado y al Gobierno regional más dinero para nuevos proyectos. A eso y a montar un chiringuito, Santander 2016, con el que pretendía hacerse gratis total la campaña electoral del próximo año, cuyo coste habría corrido a cargo del Banco Santander y del Gobierno regional, patronos junto al Ayuntamiento de la capital, de la Fundación creada para competir por la capitalidad europea.


Fracasado el intento, el alcalde de Santander ha aceptado finalmente acudir a la comisión bilateral Ayuntamiento-Gobierno de Cantabria. En la reunión volverá a plantear sus milmillonarias reclamaciones, que contradicen el discurso del PP para controlar y reducir el gasto público. De la Serna ha abandonado, al menos temporalmente, la vía del enfrentamiento con Revilla, que no le aporta votos y si le resta apoyos por el centro. Pero esa no es la estrategia que le conviene, o cree que le conviene, a Diego, por lo que al final el alcalde se verá obligado a volver al redil de la estrategia popular regional. Y es que el presidente de Cantabria, el regionalista Revilla, es a día de hoy el escollo principal, y prácticamente insalvable, para la mayoría absoluta que el PP busca. Si las encuestas aciertan el PRC estaría en condiciones de disputar la primera plaza electoral al PP, con lo cual ni siquiera sería viable la posibilidad de un acuerdo PP-PRC, con Diego exigiendo la presidencia. Por el contrario el presidente popular tendría que aceptar ser el número dos de Revilla. Pero las encuestas son encuestas, y la verdad es cuando llega Paco con la rebaja, es decir los electores soberanos. Y para que nos convoquen a las urnas faltan aún ocho meses. Mucho tiempo como para andar haciendo especulaciones.