POR FERNANDO COLLADO
Esta mañana he paseado Santander de cabo a rabo en busca de Diego, al que suponía en la ardua y cívica labor de apagar los puros humeantes y rechupeteados que la gente va dejando por ahí. Pero ni rastro de él.
Caí entonces en la cuenta de que el líder contractual del PP cántabro pudiera estar rastreando, cual sabueso abnegado, las aceras miccionadas y cagarruteadas de su villa, El Astillero, en busca de colillas varias y variadas, y más en concreto, la de Revilla, también vecino de ese municipio. En definitiva, si hay que desinfectar la rue de boquillas y vegueros, mejor empezar por las calles del vecindario conocido. Tampoco le vi.
Llamé después a Valladolid, donde mantengo amistad con periodistas de todo crédito, en la certeza de que ellos me certificarían la presencia de Diego en Campo Grande, en la difícil y nauseabunda limpieza de la vomitona de Javier León de la Riva. Ningún Diego en Pucela.
Contrariado, me puse en contacto con mis colegas de Valencia, donde quizá pudiera estar el famoso político-aseador concentrado en la dura misión de limpiar de ceniza los trajes de Paco Camps con fino cepillo, no vaya encima a rascarle. Tampoco era éste su cometido.
El único contacto que mantengo en Génova 13 despejaría mis dudas, pues supuse entonces a Diego en la servicial tarea de limpiar los restos que el puro de Rajoy espolvorea sobre la moqueta de su despacho. Pero no, ni estaba ahí ni encerando los pasillos ni evacuando papeleras.
Hablé, en consecuencia, con el director del film ’000, Misión en San Rafael contra el puro de Revilla’ -el de fumar, se entiende-, en la creencia, confirmada por varios colegas, de que dicha cinta la protagonizará el ya mítico Diego, Nacho Diego, luchador infatigable desde ahora contra todo desperdicio que amenace la salud de los ciudadanos en la vía pública o la imagen de ésta. Hermetismo.
Ni rastro del nuevo ’Míster Proper’ del Parlamento cántabro, del ’Hombre de Colón’ que pretende colonizar votos sobre el renacer de una nueva política de ecologismo puro y maduro que ya querrían para sí los Verdes de media Europa. Aunque para verde, León de la Riva, y que no le quiten la exclusiva.
Dicen que Diego está enamorado de la Luna (como el toro de la copla) porque su luz le ayudará a identificar más ceniza, más restos, más colillas, filtros, habanos, boquillas y cigarros humeantes y rechupeteados de Revilla, para lo cual el líder contractual del PP ya estaría incluso en posesión de un hipotético pase pernocta que otorga el Parlamento a los diputados que quieren acogerse a los beneficios lunáticos de la limpieza obsesiva. No hay, sin embargo, confirmación oficial al respecto ni tampoco el PP suelta prenda en desvelar el nuevo cometido de su jefe, se supone que para que ningún malpensado -que en la política hay muchos- comience a compararle con el botones Sacarino.
Ni rastro de Diego, que dicen que aparece en un vídeo de las cámaras del Parlamento desplumando el puro de Revilla. Y Cantabria vive sin vivir en sí, porque no lo puede creer hasta que no lo vea. De manera que lo más limpio para que los ciudadanos juzguen es que el Legislativo desclasifique las imágenes para ver en esa supuesta acción al estandarte y adalid del antipuro. No vaya a ser que el protagonista sea un impostor, disfrazado al efecto, para hacer la puñeta a quien tocaba ya con la punta de sus dedos la mayoría absoluta.
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