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miércoles, 14 de diciembre de 2011

EL ACEBO, EL ARBOL DE NAVIDAD CÁNTABRO



Te puede gustar o la puedes odiar, pero la Navidad y toda su actual parafernalia consumista y decorativa no pasa desapercibida.

Navidad, una celebración del solsticio de invierno (en el hemisferio norte) disfrazada por el cristianismo, tiene todos los ingredientes para que cualquier persona, indiferentemente de su religión, raza o país, pueda celebrarla.

A pesar de que los iconos navideños son innumerables, algunos resaltan con más fuerza, siendo uno de ellos, y protagonista inseparable de las fechas navideñas, el Árbol de Navidad.

Seguro que hay muchos que con toda seguridad estimaran que el Árbol de Navidad es un símbolo ajeno a nuestra tradición, importado y sin raigambre en las tradiciones de Cantabria, pero tal vez sea necesario matizar bastante estas aseveraciones tan poco concluyentes en honor a la verdad.

En Cantabria, como en otros muchos lugares, el culto al árbol ha sido motivo de adoración y veneración por parte de nuestros antepasados. Son numerosos los momentos del año en los cuales nuestras tradiciones hacían de los árboles protagonistas principales o secundarios. Plantar la Maya, subir por el palo ensebado, poner laurel en los tejados de las casas recién acabadas, reunirse debajo de un árbol para hacer concejo, tirar los tejos a una muchacha, hacer el veneno de las hojas del tejo, la presencia del roble o cagiga en gran parte de las construciones tradicionales cántabras o la misma existencia del Roblón en la mitología de Cantabria, hacen de los árboles un componente muy activo de nuestras tradiciones.

Es de este último, el roble, bien conocido que entre los pueblos de cultura céltica, como el antiguo pueblo cántabro, durante el solsticio invernal se procedía a adornar con numerosos elementos a algún roble de especial porte o tamaño para solicitar a los dioses que renaciese en primavera, y pedir así una próspera estación venidera.

Hablando de dioses no podemos olvidar que el cristianismo, y concretamente el Papa Bonifacio en el s. VIII, buscó la manera de cristianizar la costumbre pagana de adornar los robles en invierno, cambiando el roble por el abeto, árbol sagrado entre latinos, griegos, egipcios, babilónicos y orientales, que el cristianismo tomó como própio y que en su triangular silueta se asociaba con la Santísima Trinidad Cristiana.

Abeto o pino también era utilizado por los pueblos nórdicos en sustitución del menos abundante roble de aquellos parajes, y en conjunción con la adaptación cristiana la tradición se ha llevado haya donde los occidentates han llegado, transformándola, enriqueciéndola y exportándola, volviendo a imponerse donde la veneración al árbol ya existía de muy antiguo.

Como podéis comprobar las vertiendes de este tipo de tradiciones son innumerables e indescifrables, por lo que podemos asegurar que la tradición del Árbol de Navidad es consustancial al hombre occidental, al cual pertenece el pueblo cántabro, por lo que no es de extrañar que nuestros abuelos y abuelas utilizasen en Cantabria el acebo para poner adornos navideños, más abundante que el pino o el abeto en estas tierras y menos "pagano" que el céltico roble, ya que tradicionalmente el acebo alejaba el mal de los hogares, siendo estéticamente más bello en invierno que el roble ya que conserva sus hojas y frutos, sin olvidarnos del simbólico muérdago, pero del muérdago ya hablaremos.

Saludos Ñeros