
Lo prometido es deuda y aquí pongo lo que ya prometí cuando hable del acebo como árbol cántabro de Navidad (ver artículo).
Los antiguos druidas celtas atribuyeron propiedades mágicas a esta planta semiparásita que hoy día se asocia a la Navidad y a la buena suerte. La decoración con elementos vegetales es típica de las fiestas navideñas: abetos o acebos de navidad, ramas de acebo, flores de Pascua, coronas y centros de mesas con piñas, etc., forman ya parte de la simbología de estas fiestas. Entre estos elementos vegetales destacan las ramas de muérdago, que en muchos países de Europa y América se identifican como portadoras de buena suerte, sobre todo en unas fechas tan especiales.
El muérdago es una planta llena de simbolismos sobre la que existen multitud de historias y leyendas. El historiador romano Plinio contó en su Historia Natural cómo el muérdago era utilizado ya por los antiguos sacerdotes y magos celtas, que la consideraban una planta mágica.
Su recolección se desarrollaba siguiendo un complejo ritual que incluía unas fechas muy concretas de recogida, siempre próximas al solsticio de invierno, y la utilización de unas herramientas específicas, generalmente una hoz de oro. Una vez cortado, se colocaba el muérdago en una prenda blanca evitando que tocara la tierra o cayera al suelo. Algunas leyendas atribuyen poderes mágicos a esta planta basándose en que fue creada como un elemento que no provenía ni del cielo ni de la tierra, puesto que sus raíces no tocan nunca la tierra, pero tampoco se sostiene por sí mismo en el aire. De aquí surge la costumbre o tradición de recogerlo sin que caiga al suelo, y de colgarlo del techo.
Los celtas utilizaban esta planta para una amplia diversidad de aplicaciones: para protegerse de los rayos, de la maldad, de las enfermedades, para curar heridas o para ayudar a las mujeres en la concepción. Lo consideraban además un símbolo de paz y un potente amuleto protector. Con él se confeccionaban guirnaldas con las que se adornaban las puertas de las casas y que servían para proteger a sus moradores de espíritus maléficos y para evitar visitas indeseadas. Desde entonces se consideró el muérdago una defensa contra brujas y demonios, y se extendió la costumbre de colocar unas ramitas en las entradas de los hogares.